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El agua

Son tantas las jornadas cotidianas con el calificativo de “universal” que pierden atención y fuerza como una generalidad más, pese a la naturaleza y urgencia del asunto propuesto bien referido a la convivencia humana o bien a los fenómenos naturales cada vez más asediados y asediantes como ocurre con el agua para el consumo humano y para las actividades agrícolas e industriales.

Como estandarte de guerra se proclama en los más altos organismos internacionales el derecho de las personas al agua, pero de su reconocimiento a la realidad en la vida diaria media el abismo de primero, segundo y tercer mundo, lo cual es más que evidente en la carencia al acceso al agua potable y en su calidad. Hace casi una década los países se comprometieron en la Organización de las Naciones Unidas a proporcionar agua segura para el 2030, pero la lentitud muestra que no se camina ni en primera, es necesario acelerar, pero no con palabras, asambleas y reuniones, cuyos compromisos son de “compadre hablado” que en la conferencia internacional de estos días culminará con la Agenda de Acción del Agua. Cayendo de la nube, como dice la canción, la valoración del agua potable y saneamiento en nuestro país muestra que apenas alcanza a un 76 por ciento, lo cual puede ser un índice positivo, pero una cosa es la estadística y otra la apertura de llave sin que se produzca el jubiloso ruido del agua por la cañería. En la temporada de lluvia no hay tantas quejas, pero en verano se escucha el grito de desesperación, no hay embalses para reservas de agua en pequeñas poblaciones y en ciudades.

Solo quien no quiere ver acentúa la ceguera porque año con año se repite la historia sin acercarnos a soluciones elementales, pues agua hay. La vemos pasar con desprecio en el período de lluvias y con lamentos cuando arrecian las temperaturas. ¿Embalses? Ni pequeños, ni medianos ni grandes y así las aguas de quebradas y ríos, desaprovechadas, mueren en el mar. El Plan Nacional de Agua y Saneamiento, Planasa, se enquista en su denominación, plan que no pasa a la acción.

Con el atrevimiento de la falta de la escasez de recursos, funcionarios y políticos piensan en grande y de inmediato se llenan la boca con millones que no hay, pero “la mendicidad” es el recurso vicioso para seguir en lo mismo. Para obtener mayor cobertura necesitamos 2,300 millones de dólares, señala del coordinador de Conasa. La conclusión de la historia no es necesario adivinar. Pasaron las lluvias, llegó el período estival y lo hecho no alcanzó ni al mantenimiento del sistema, es decir, la meta del 2030 está más lejos porque el vehículo va en retroceso.

OPINIÓN

es-hn

2023-03-24T07:00:00.0000000Z

2023-03-24T07:00:00.0000000Z

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