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La moda en Honduras

DOSCIENTOS AñOS DE MODA Y SOCIEDAD UN ANTES Y UN DESPUéS

Desde su primera edición en 1996, más que una revista social, ESTILO resultó ser una vitrina para desplegar la pasión que existe en Honduras por la moda. Rasgo palpable desde siglos atrás, dicha vocación por el buen vestir consta en relatos y testimonios, poemas, fotografías y memorias. Aquí haremos un viaje imaginario por el tiempo, tejiendo la historia de nuestra moda y sociedad, base que convierte al diseño en un rubro prometedor para la Honduras del tercer milenio.

El Real de Minas de la Villa San Miguel -la Tegucigalpa del siglo dieciséis-nace gracias a la riqueza de sus minas. Por tres siglos, haciendas se fundaron a orillas del río Choluteca, frontera natural entre los obreros y las familias criollas que explotaban las ricas vetas de oro y plata. Lo que sabemos de la moda de este tiempo es gracias a los relatos de viajeros y a las anécdotas de familia. Cambios propiciados por la Revolución Francesa (“el terror”) y la Ilustración propiciaron los aires de independencia que instigaron al cierre de las minas mucho antes de 1821. Pero en la Tegucigalpa descrita por el norteamericano William V. Wells en 1853, aún flotaba el esplendor de la colonia: “La ciudad me impresionó a primera vista como una excepción a las consabidas ciudades centroamericanas arruinadas y de apariencia desierta: este es el cuartel general de la moda y la elegancia en Honduras” (edición Banco Central, 1960. 155). ¿Qué tenía Tegucigalpa para inspirar estos elogios? En principio era la cuna de Francisco Morazán y de su esposa, María Josefa Lastiri Lozano, cuya historia de amores, guerras y fracasos les convirtió en leyendas. Ellos, sin duda, fueron los ideales de belleza del siglo XIX, cuando Europa ya vivía el apogeo de la Revolución Industrial. Mientras Wells se adentraba en las selvas hondureñas, en los salones de Francia y Europa apenas surgía el padre de la Alta Costura, Charles Frederick Worth, inglés, quien hizo de los salones del liberado París su centro de operaciones. Wells describe, entre los rasgos y costumbres hondureños, además de buenos modales, el amor por la riqueza material y la inclinación por el vestido y las fiestas. La formación educativa sin embargo, era tarea reservada para otras latitudes. La sociedad local debía enviar a sus hijos a vivir a Guatemala, La Habana, México o más allá para realizar sus estudios por falta de instituciones apropiadas. Lógicamente en ese tiempo las últimas tendencias eran traídas “de fuera”, por lo que la moda per se era privilegio de pocos. LA REFORMA LIBERAL Y LA LLEGADA DEL SIGLO XX

A partir de 1880 durante la llamada Reforma Liberal propiciada por el presidente Marco Aurelio Soto y su primo Ramón Rosa, la preciosa Tegucigalpa sale de su aislamiento y se integra al resto del país como capital de Honduras. La apertura a la inversión externa propicia un fuerte impulso para la Costa Norte, Valle de Sula y La Ceiba, donde familias extranjeras impusieron hábitos de puntualidad, disciplina, austeridad y conocimientos. Además, la educación se puso al alcance de los obreros de las compañías fruteras, dando un buen ejemplo a comunidades del resto del país.

En Tegucigalpa, las fiestas en Casa de Gobierno cobran relevancia. Marco Antonio Rosa describe una fiesta a la que su madre asiste en 1900: “no podía decirse quien o quienes lucían mejor, porque todo el mundo se había esmerado esa noche en el arreglo de su persona para superar a las demás. Diversidad de trajes fueron importados de París, otros confeccionados en Guatemala; las costureras criollas vestían a las de menores recursos”. Los locales empezaron a albergar aspiraciones que se harían realidad gracias a los nuevos inventos.La electricidad, la máquina de coser, el cine, el automóvil, y poco después el avión y la radio convierten al siglo XX en era de cambios rápidos. A partir de la primera proyección cinematográfica en una casa en el barrio Los Dolores en 1899, el primer mundo llega a estos lugares y despierta a la aletargada sociedad tegucigalpense. La mujer hondureña lograba conquistar espacios, comenzando por la publicación de las novelas de la danlidense Lucila Gamero Moncada en París a partir de 1895. Entonces la moda se regía por La Gibson Girl que apareció a finales del siglo XIX y ganó popularidad a principios del siglo XX. Era la personificación del ideal de belleza femenina retratada por el ilustrador satírico Charles Dana Gibson. Representaba el ideal visual del movimiento de la “Nueva Mujer”. Este período se caracterizó por cuellos altos y rígidos, sombreros amplios y peinados ostentosos. Las casas de moda comenzaron a mostrar una nueva silueta, con caderas, pechos menos exagerado y cintura más amplia. A finales de la primera década del siglo XX y de la mano del auge del sufragio, las faldas se acortaron hasta acercarse al tobillo, las siluetas se convirtieron en más estrechas y rectas, que poco a poco se fue desmarcando del uso de los corsés estrechos y, en este camino, en los años veinte la Gibson Girl pasó de moda para dar paso a las flappers. En 1926 se oficia un baile de carnaval en el Club Internacional de Tegucigalpa y M.A. Rosa, quien asiste disfrazado de oficial romano (su madre le hizo traer de California un traje usado en la película Ben-Hur), registra los nombres de las agujas expertas: “costureras como las Cabrera, las Sequeiros, las Andino, Coco Casco, las Moreira y muchas más estaban haciendo su agosto: de igual manera sastrerías como la Anglo-Americana de Rafael Castro-Girón, la italiana de Porfirio Guardiola, la de León Girón y otras. Entonces no se omitía gasto alguno para llevar el traje más lujoso, comprándose yardas y yardas de las telas más finas y costosas en las tiendas de moda como el Almacén París de Juan Guyomard, Elena Connor y hermanas, la Casa Fortín, Lademoda, Santos Soto, Siercke, la Media Luna, etc”. (M.A. Rosa. “La Tegucigalpa de mis Recuerdos”).Las escritoras hondureñas lideran la emancipación de la mujer antes que en otros países del mundo. Clementina Suárez (1902-1991)luce los pantalones propuestos por Coco Chanel casi al mismo tiempo que Marlene Dietrich lo hace en el cine. Los tiempos se aceleraban más con la llegada de la televisión, que trae también nuevas actitudes ante la vida: el deporte, la playa, en fin. Para describir la actitud de la moda en Tegucigalpa, basta leer la descripción que hace Cristina Lardizábal Oviedo de su prima Patricia Lardizábal D’Árcy una de las it girls de Tegucigalpa, en una fiesta circa 1958: “Ella lucía un vestido negro halter, de punto con polka dots celestes, rosados y amarillos. Y los zapatos, ¡qué zapatos! Aquéllos tacones stiletto eran como de otro planeta. De un estilo y material nunca antes visto, recién salido: plástico transparente con estrellitas en los tacones y una rosa con las mismas estrellitas en la parte superior. Las uñas de sus pies del mismo color que en sus manos. Bella andaba Pachy, cuya cabeza iba coronada con una apretada cola de caballo de la que caía una cascada de colochos rubios que mecía con estudiada cadencia”.

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2021-09-05T07:00:00.0000000Z

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